Pasaron, creo yo, algo de tres meses desde que le envié el mail. Y pues, no, no hubo respuesta alguna. Siento que era lo esperado, pero aún con todo me gustaba tener esa ligera esperanza de recibir comunicación. En fin, no es algo que me perturbe el estado de ánimo ni que me altere el pensamiento.
Desde entonces no he vuelto a insistir, con otro mail y tampoco he buscado otra vía de comunicación, aunque sí me vi tentado a escribirle cuando me salió la notificación que estaba en Telegram, dicho de paso era la aplicación de mensajería que solíamos usar. Estuve tentado y de verdad, como le dije a Mario, me picaron los dedos por escribirle algo, pero si algo he aprendido en todo este tiempo con él es que los procesos se deben respetar y si ella no quiere algún contacto pues debo respetar su individualidad y no forzar nada. Estas decisiones que ahora tomo en base a la empatía son difíciles y es que sí quiero conversar con ella, je, decirle que retomemos contacto; que seamos amigos; que mi familia la recuerda más de lo que yo quisiera y que lamento no haberle hecho caso las veces que me recomendó que vaya a terapia.